viernes, 16 de noviembre de 2012

Dragones de Komodo y Zorros Voladores

Los dragones de Komodo y los zorros voladores. 


13/11/12

Tras nuestra última inmersión en las aguas del mar de Flores, desembarcamos en el Parque Nacional de Komodo.


 El embarcadero es pequeño y se encuentra en una ensenada. Curiosamente no está en la isla de Komodo, sino en la isla de Richa. Nos adentramos por un camino de tierra y barro atravesando un pórtico cuestionado por dos dragones de gran tamaño de pie a ambos lados. Siguiendo el camino se accede a las instalaciones que no son más que barracones para la gente que trabaja allí. Hay que pagar. 50.000 rupias indonesas por los dos, 50.000 más por cámara de fotos y 50.000 por el guía. 
Empezamos una pequeña marcha de unos 30 minutos donde nos explica todo tipo de curiosidades de estos peculiares reptiles, y vemos a dos grandes ejemplares recostados cerca de la cocina del complejo. 




Decidimos realizar el recorrido corto, ya que chispea a ratos y a Julia se le ha roto la sandalia y va descalza...

Despedida con honores de las sandalias

Que lástima que da verla en estas condiciones...

Descubrimos tres ejemplares más, pequeños en comparación con los anteriores, siendo uno de ellos una hembra según nos comenta el guía. Acabamos la visita en el mismo punto donde la iniciamos, y nos dirigimos al embarcadero para regresar al barco y salir para Labuan Bajo. 

De camino en el Lanunia, y ya oscureciendo mucho, nos paramos ante una isla. Aparentemente vemos una extensión muy frondosa de arboles. No hay montes ni nada parecido y es de reducidas dimensiones. Aquí habita el zorro volador, que es un murciélago fructívoro.  Se han unido otros barcos, y estamos todos a la espera. No sabemos muy bien que vamos a ver, pero aquí estamos. Poco a poco va oscureciendo y algo aparece en el cielo. Parece un pájaro cualquiera, pero no estamos seguros. Se acerca lentamente, poco a poco, y como si se tratase de una señal, empiezan a emerger de la isla decenas, centenares, millares de zorros voladores dirigiéndose a las islas cercanas a devorar las frutas maduras. El cielo se oscurece aún más y el espectáculo se alarga durante un buen rato, pero llega un momento que prácticamente no se ve nada, y el capitán pone rumbo a puerto. 



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